viernes, 7 de noviembre de 2008

EL PEQUEÑO DETALLE

Es falso que no haya crimen perfecto.A la televisión, por ejemplo, la asesinaron impunemente. Y aunque todos sabemos quiénes son los asesinos, ahí los vemos; de lo más tranquilos; rematando a la pobre todos los días, como si ya no estuviera muerta de pies a cabeza. A la cultura también le metieron seis o siete premios por la espalda... y no pasó nada. Bueno, podría citar veinte o treinta casos de crímenes perfectos contra la Economía, contra la tranquilidad pública, contra el derecho a la felicidad, contra la persona humana... pero no vale la pena y sí, más bien, quisiera referirme al caso de García que, sin tener influencia de ninguna especie, estuvo, realmente a punto de cometer un crimen (más específicamente, un asesinato) perfecto. García era un hombre meticuloso, detallista, atento a los pormenores y puntilloso a un grado desesperante. Por eso; cuando –en la intimidad del Insomnio- decidió que su suegra había vivido mucho más de lo aceptable, una vieja de miércoles como ella, García dio comienzo a la planificación del crimen comprándose una libretita donde fue escribiendo el guión del mismo con la minuciosidad de un laboratorista: Horas, minutos, circunstancias, personajes, coartadas... nada faltó en la libretita al cabo de ocho días cuando García consideró que todo estaba listo para librarse de aquellos ochenta kilos inaguantables; de madre política; que venía soportando desde hacía catorce años. Su última acotación decía: “Domingo, cuatro y media de la tarde. Hora Cero”.Dicho y hecho: el domingo a las cuatro y media de la tarde, García que regresaba de un almuerzo familiar, con su señora, sus tres cuñadas, los maridos de estas últimas y la candidata a dejar este valle de lágrimas, sugirió tomar un refresco para bajar el calor ambiental y recuperar el agua perdida en la transpiración de ese día calurosísimo. Todos aceptaron de buen grado la invitación y, cinco minutos más tarde, la vieja caía al suelo, sin tener tiempo de echarle la culpa a nadie (particularmente a García) como era su costumbre. Bien, inútil describir lo que sucedió en los primeros minutos; porque en todos los crímenes pasa lo mismo: Gritos, manos en la boca, desmayos, abrazos protectores, alguien que pide un médico (siempre aparece un radiólogo) un otorrino, un oculista o cualquiera de una especialidad completamente inútil para el caso) y; por último; la policía que, como siempre, considera que todo el mundo –inclusive el muerto- es sospechoso, del crimen. O de cualquier cosa, pero inocente no es. Llegó el Juez del Crimen y, hombre experimentado apenas vio el cadáver de la vieja en el suelo, declaró con absoluto convencimiento:-Ajá, se trata de una mujer...!-¡Caramba –se admiro su secretario; que lo adulaba de oficio- ¿Cómo lo supo tan rápido?!-¿Los años; muchacho –respondió filosóficamente su jefe, poniéndole una mano sobre el hombro- los años y un poco de intuición...!García, que era el más apesadumbrado, se acercó al juez.-Señor –le dijo- yo soy hijo político de la cadáver... perdón de la señora aquí difunta, y en nombre de la familia... todos los presentes somos de la familia... quisiéramos saber...-No se preocupe, ahora la policía tomará nota de las circunstancias en que se produjo el deceso y el cadáver irá a la morgue para la autopsia correspondiente...-¡A mi mamá que no la abran –gritó la mujer, de –García; ahorcando al marido al prendérsele de la corbata.-¡Hijita; no la van a abrir –la consoló García- ¿Acaso tu mamá es una puerta...? Quédate tranquilo, que las cosas tienen su forma legal... y no te sueñes con mi corbata porque es la única que va con este terno, hija...!El despistaje policial no arrojó fórmula de sospecha alguna y, salvo las diligencias de costumbre, sólo se esperaba los resultados de la autopsia para deslindar completamente cualquier responsabilidad. Horas más tarde, en el despacho policial. García y los suyos recibieron el informe del médico forense.-Señores –dijo la autoridad respectiva- La señora falleció a consecuencia de un envenenamiento fulminante, ocurrido en el momento de tomar ese refresco y en el lugar donde ocurrió su muerte. Dicho envenenamiento se ha producido sin intervención de mano criminal y sólo por mecanismos tóxicos ajenos a la responsabilidad de ustedes. Yo no estuve presente en el escenario de la muerte y; por lo tanto –sólo en cuestión de fórmula- quisiera completar mi información con tres o cuatro detalles... ¿Ustedes venían de un almuerzo no?-Así es –intervino García.-¿Y alguien sugirió tomar un refresco, no es así?-En efecto... y fui yo quien hizo la invitación...-Perfecto, usted hizo la invitación... ¿También hizo el pedido de los refrescos?-También –respondió García con un levísimo presentimiento en el fondo del alma-¿Qué pidió... lo recuerda?-Sí, naturalmente... éramos ocho en total, mi suegra, que en paz descanse, mis cuñadas...-¡No; no –le interrumpió el pesquisa- le pregunto qué fue exactamente lo que pidió usted...-Bueno... éramos ocho –a García le temblaba la mano sin una explicación razonable- y por lo tanto; pedía siete botellas de gaseosa; para nosotros; y un jugo de piña para mi suegra... a la señora le encantaba el jugo de piña...-¿El jugo de piña... al natural? Recalcó el policía.-Sí, en efecto, al natural... a ella le gustaba mucho el jugo de piña...-Y, dígame –su interlocutor lo miró directamente a los ojos- dónde exactamente, llevó usted a su suegra p ara invitarle ese jugo de piña al natural... dónde.García se humedeció los labios.-¿Bueno; en la calle... donde hay esas gentes que venden jugos...!-¿Dónde?. Exactamente dónde? –repitió el policía.-Bueno –se resignó García- En la esquina del Parque Universitario con el Ministerio de Educación... allí donde venden refrescos...-¿Allí le invitó usted un jugo de piña al natural? –hizo una larga pausa; respiró hondo y continuó- señor García queda usted detenido, por asesinato con premeditación, alevosía, ventaja y sadismo. Sólo un asesino puede invitar un jugo de piña al natural en la esquina del Parque Universitario con el Ministerio de Educación...Le dieron treinta años, pero pudo salir antes por buena conducta

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