lunes, 3 de noviembre de 2008

Homenaje a Sofocleto

Bueno, es la primera vez que me creo algo como esto, sinceramente agradezco a quienes tengan la oportunidad de visitar el Blog, y un homenaje a un ínclito peruano que yo considero también sin temor a equivocarme, el mejor humorista literario. A continuación uno de sus cuentos.


LA UNICA SOLUCIÓN

Una terrible explosión a bordo hundió en segundos el barco, repleto de turistas, que navegaba por los mares del Sur. Y aquel festín de tiburones y burbujas sólo arrojó un saldo de siete sobrevivientes, milagrosamente asidos a un bote salvavidas que –rotas sus amarras- escapó, a su vez, de la succión final con que el océano limpia la superficie de restos y despojos, cuando ocurre un naufragio.
Eran seis mujeres y un hombre. Este último, el guía del “tour”. Un sujeto hecho para el cargo: Apolíneo, elegante, versado en esa mitad de los seres humanos que representan el bello sexo y con cierto carisma romántico que lo había convertido en el deseo secreto de varias navegantes otoñales.Ya en el bote y mientras la corriente los alejaba del sepulcro amorfo donde muriera el resto del pasaje, los siete hicieron una evaluación de su presente y su futuro inmediato. En el bote había medicinas, un equipo de primeros auxilios, agua, víveres para veinte personas, artefactos para disparar señales luminosas, frazadas y avios de pesca. Casi por una ley natural el guía se convirtió en líder y capitán de aquella miniatura en que se había transformado el barco, ahora en el viaje vertical y el final de su embudo lapidario.-Estamos en una situación difícil –informó a su seis oyentes femeninos- porque nos encontramos lejos de las rutas comerciales. Por lo tanto confiemos en arribar a cualquier de las pequeñas islas que hay a tres o cuatro días de navegación. Por ahora racionaremos los alimentos y el agua... evitaremos los movimientos innecesarios y se hará lo que yo diga... ¿Comprendido...?Todas comprendieron, que es lo habitual en las mujeres cuando están decididas a respetar disciplinadamente sus propias decisiones. Por su lado, el guía- con el torso desnudo porque el naufragio le sorprendió dictando clase de gimnasia- lucía en el apogeo de su belleza efébica. Tostado por el sol, musculoso, daba órdenes precisas mientras las mujeres (de edades y atractivos diversos) se iban sumiendo poco a poco en un mundo secreto de pensamiento sin palabras.Al quinto día avistaron tierra por la madrugada y llegaron a una isla de regulares proporciones cuando el sol quemaba desde su balcón, a las doce en punto.Desembarcaron.Todavía quedaban algunas provisiones. Buscaron un lugar propicio para establecer su cuartel general de náufragos y se dispuso el plan de reconocimiento, que arrojó un balance inamovible: Cocoteros, agua fresca, deshabitada, algunas plantas comestibles... Todo lo necesario para resistir una larga temporada mientras llegaba la posibilidad de ser hallados. Pero recién a los tres días de la instalación cuando (luego de extrañas deliberaciones entre ellas) las mujeres le plantearon al guía un problema insospechado:-Mire –le dijo una de ellas- somos seis mujeres... usted es el único hombre... estamos perdidos en el océano... esta es una zona calurosa, sensual... tendremos problemas a corto plazo... problemas sexuales... ¿Entiende?... Por lo tanto, necesitamos deliberar entre nosotras para decidir cómo resolvemos la situación planteada...-¡Pero yo –atinó a decir el guía- yo soy el jefe del grupo, el que toma las decisiones, el que manda...-Puede llamarlo usted “un motín” si ello le place –le respondió la otra- pero lo cierto es que así lo hemos decidido. Mañana tomaremos un acuerdo final...El guía se quedó paralizado de sorpresa, hundiéndose en profundas cavilaciones, cada cual más aterradora. ¿Lo usarían como un macho, a horario y fecha... se lo repartirían entre las más jóvenes... lo obligarían a desarrollar proezas descomunales... lo matarían...? No durmió aquella noche. Y sintió en la vigilia de las estrellas que era observado desde lejos.Por la mañana, con las primeras horas del horizonte, se encontró rodeado por las seis mujeres, quienes procedieron a inmovilizarlo contra la arena con las más heterogéneas ataduras. El hombre comprendió que no podría liberarse de aquella cárcel de vendajes y un vago terror le erizó los cabellos:-Hablaré yo –dijo una de las mujeres- soy la doctora Wilheim, médico... El guía la miró anhelante, viendo cómo la mujer disponía el maletín de primeros auxilios y extraía de él un bisturí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola freddy.. despues te leo los cuentos .. es que ando haciendo unos informes .. igual se te queire mucho eres una personita de admirar y muy bella..


eres buena gente y un excelente amigo

un abrazo desde colombia

pao..


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